El pasado Viernes 28 de Noviembre, me tocó asistir, junto con la mayoría
de mis compañeros, al Día Mundial de la Prueba del VIH. Era increíble. Había
gente por montones porque fue Viernes, día de paga, en el Centro de Guadalajara
(el cual se llena muy seguido en días así) y, por si fuera poco, eran las 6 de
la tarde. Sin embargo, lo más increíble era que, a pesar de estar ahí las
organizaciones de COMUSIDA y COESIDA, aplicando pruebas gratis y regalando
algunos preservativos, y dando conferencias informativas acerca del virus y
todo lo que conlleva, había mucha más gente reunida alrededor de un perro y un
payaso que estaban haciendo un acto justo a un lado de las carpas del evento.
Al inicio, parecía que la gente se acercaba por curiosidad, pero cuando
empezaban a ver de lo que se hablaba, cómo se enseñaba a poner un preservativo
masculino, que se mencionaban actividades de riesgo, empezaron a quedarse cada
vez más y más gente. Aunque, aun así, ganaba el perro.
Cuando hablamos de VIH, hablamos de un virus que ataca a las células que
conforman el sistema inmunológico de una persona y, cuando no se trata a
tiempo, éste puede acabar con él, dejándonos expuestos a que nos podamos
enfermar de cualquier cosa, que eventualmente terminaría matándonos. Esto es lo
que la mayoría sabe, de quienes están informados.
Lo que muchos no saben, es que podemos estar rodeados de personas
viviendo con VIH sin ningún problema, sin ningún prejuicio, sin ningún estigma.
El modo en el que podríamos contagiarnos sería por contacto sexual sin
protección, alguna riña en la que se pudiera salpicar sangre, por nacimiento, o
por uso de objetos punzocortantes que hayan estado previamente en contacto con
alguna persona infectada con el virus.
Fuera de lo mencionado anteriormente, no tiene por qué haber problema en
el llevar una amistad o una relación con una persona con VIH.
Muchas veces la gente se pierde en el estigma de lo que esto provoca. Lo
único que se logra es dañar a la otra persona, porque siguen teniendo
sentimientos, emociones, pensamientos y un corazón. Lo único distinto es que
viven con una enfermedad como cualquier otra.
Tratemos de ponernos en los zapatos de la otra persona y consideremos,
¿cómo sentiríamos si fuéramos nosotros mismos viviendo con VIH? No seamos tan
duros y prejuiciosos con los demás.
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